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La máquina del tiempo está en El
Vaticano
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Fue inventada en los años 50’s
El tema de la cronovisión, o captación por medios tecnológicos de imágenes y sonidos del pasado,
e incluso del futuro, ha gozado de fama desde hace varias décadas, pero nunca se ha podido probar la existencia real de una
máquina capaz de tales proezas. Existen decenas de historias acerca de aparatos de este tipo, todas ellas, sin excepción,
carentes de toda prueba fiable. Personalmente pienso que, hasta que se demuestre lo contrario de manera contundente, la cronovisión
sólo ocupa los reinos del mito y no de la realidad. Pero no por ello deja de tener interés explorar, aunque sea por encima,
los orígenes del mito del cronovisor y otras máquinas imaginarias similares. De todas éstas, sin duda, la máquina de cronovisión
más famosa es la del benedictino italiano, ya fallecido, Pellegrino Ernetti. Para quien no esté advertido voy a definir de
qué se trata. Un cronovisor sería literalmente una máquina para ver el tiempo, o mejor dicho, un mecanismo por medio del cual
acceder al pasado en forma de imagen y sonido. Hasta el momento, no conozco ninguna referencia a cronovisores “capaces”
de sintonizar el futuro, exceptuando el de DeLaWarr. Así, por medio de técnicas nada claras, al igual que un vídeo doméstico
sintoniza un canal de televisión y graba en cinta magnética o disco óptico nuestro programa favorito, los cronovisores “sintonizarían”
con el tiempo a voluntad del experimentador y guardarían los resultados en los mismos soportes que los vídeos o las grabadoras
de audio.
El caso del cronovisor fue dado a conocer por el padre Ernetti en 1972, al conceder una entrevista
a la publicación italiana La Domenica del Corriere donde afirmó haber participado en el proceso de gestación y uso de una
máquina capaz de grabar imágenes y sonidos del pasado. Aquella noticia hizo que muchos se sobresaltaran de entusiasmo, ¿se
habría descubierto pues la máquina del tiempo? La importancia del medio en el que se publicó la noticia, hizo que se extendiera
el rumor por medio mundo. Sin embargo, anteriormente, Ernetti ya había desvelado algunos detalles en otros medios impresos.
En julio de 1965 L´Heure d´Étre, una revista religiosa de Francia, aludió a este cronovisor y, en enero de 1966, la publicación
italiana Civiltà delle Macchine, hizo lo mismo en un artículo titulado L´oscillografo elettronico. La poca importancia de
esos dos medios hizo que la noticia no fuera tomada en cuenta hasta que salió a la luz la entrevista de 1972, a partir de
entonces los rumores sobre el cronovisor del padre Ernetti no han cesado de aparecer. El benedictino afirmó que su máquina
funcionaba a la perfección, no entró en detalles técnicos pero sí ahondó en alguno de los éxitos conseguidos. A través de
este cronovisor afirmó poder reconstruir porciones de algunas obras musicales perdidas desde hace siglos, como el Thyestes,
de Quinto Ennio, representado en Roma en el 169 a.C. Otras de sus afirmaciones resultan ser demasiado fantasiosas, dijo haber
contemplado la destrucción de Sodoma y Gomorra, localizado el texto correcto de las Tablas de la Ley o haber presenciado la
crucifixión de Jesucristo, siendo capaz de determinar cuáles fueron sus últimas palabras. ¿Un intento de convencer a los “descreídos”
de grandes episodios de la historia sagrada echando mano de “mitología tecnológica”?
Para conocer cuándo “surgió” el proyecto hay que remontarse a 1952. Durante una sesión
de grabación de música gregoriana, en el laboratorio del padre Agostino Gemelli, sucedió algo no previsto. El 15 de septiembre
de ese año, vigilando los aparatos electrónicos para llevar a buen término el registro del sonido en cinta magnética, Gemelli
y Ernetti se sobresaltaron al descubrir que se había incluido en la cinta una voz que nadie escuchó durante el proceso de
grabación. Esa voz fue reconocida por Gemelli como la de su padre ya fallecido, impresionando sobremanera a los dos sacerdotes.
La súbita aparición de aquella psicofonía sirvió de acicate para que se dedicaran a investigar el extraño asunto, contactando
con todos los expertos europeos en transcomunicación que pudieron encontrar y llegando a una novedosa teoría: las voces e
imágenes del pasado quedarían grabadas en una suerte de éter desconocido, siendo posible su recuperación a voluntad por medio
de las técnicas adecuadas. Acababa de nacer la leyenda del cronovisor.
Desde sus comienzos, se dijo que este proyecto estuvo controlado por Pío XII, quien lo clasificó
como secreto. Uniendo fragmentos dispersos de esta historia puede hacerse uno a la idea de cómo era, o sigue siendo, el presunto
cronovisor. Se ha llegado a afirmar que, aunque el proyecto fue cancelado por el Vaticano dada su peligrosidad al atentar
contra el libre albedrío, la máquina jamás fue destruida y continuaría guardada en un lugar seguro esperando días mejores.
¿Se encontrará el cronovisor en las dependencias benedictinas de la veneciana Isla de San Giorgio, donde pasó Ernetti gran
parte de su vida? Este sacerdote era profesor e investigador en un campo poco estudiado de la música, la prepolifonía, estando
adscrito al Conservatorio Benedetto Marcello de Venecia y había llegado a ser docente en la Academia Santa Cecilia de Roma.
La música, las ondas, las resonancias, son temas de suma importancia en el desarrollo del hipotético cronovisor.
Sobre el ya famoso cronovisor de Ernetti se ha dicho de todo, aunque nada verificable. Para empezar
con la galería de rumores, cualquiera que investigue un poco este asunto se topará tarde o temprano con una impactante imagen
de Cristo poco antes de morir que, según se dijo hace años, correspondía a una instantánea de ese momento histórico, grabada
en el cronovisor. El propio Ernetti salió al paso de tales afirmaciones para negarlo rotundamente, porque aquella imagen no
era más que una fotografía de un crucifijo conservado en el Santuario del Amor Misericordioso, de Collevalenza, en la italiana
provincia de Perugia. Más rumores, se cuenta que en la investigación inicial para crear el cronovisor, intervinieron doce
anónimos físicos de primera fila y 1956 sería la fecha hipotética en la que se pusieron en marcha las investigaciones de forma
seria, siendo al año siguiente cuando se unió al grupo el ignoto portugués Profesor Matos.
La siguiente parada en la ruta de los rumores hace referencia a la técnica utilizada en la máquina.
La teoría de Ernetti se basaría en el concepto aristotélico de la desintegración del sonido, aunque en este punto hay versiones
para todos los gustos, desde las que implican un gran conocimiento por parte de aquellos científicos de la filosofía pitagórica
a los que invocan a la cábala. Según la idea de Aristóteles, o de Pitágoras según la versión que elijamos, la luz y el sonido
no desaparecen del todo después de su aparente extinción, sino que se transforman de una forma desconocida y se mantienen
en el lugar donde se originaron, siendo posible su recuperación de manera indefinida en el tiempo. Ernetti comentó en una
de sus pocas conversaciones públicas sobre el tema, que las ondas sonoras se subdividen en armónicos que se graban en los
materiales inertes, o en algo tan controvertido como el éter, pudiendo ser recuperadas si se dispone de los mecanismos adecuados.
El escritor Robert Charroux se refiere a la odisea de Ernetti con estas palabras:
…el padre benedictino Pellegrino Ernetti ha logrado un milagro científico. Él no es un brujo
ni un visionario medieval, es considerado un científico genuino. (…) Llevó a cabo su investigación en colaboración con
doce científicos de los que no se conoce la identidad. Desde 1956 este equipo viene investigando en la posibilidad de resucitar
el pasado para que sea visto a través de un aparato similar a una televisión. En 1957, Ernetti contactó con el Profesor Matos
quien, dada su experiencia en el tema, marcó la pauta a seguir por todo el grupo. Matos estaba interesado en reproducir el
pasado por medio de algún proceso análogo a la televisión y basó sus teorías en las escrituras de Aristóteles sobre la desintegración
del sonido y algunas antiguas ideas de los pitagóricos.
En este fragmento se resumen la mayoría de los tópicos sobre el tema de la técnica de cronovisión,
desde la aparición del misterioso Matos hasta el recurso a olvidadas ideas filosóficas de la antigua Grecia.
Ernetti, por su parte, no parecía confiar demasiado en las ideas aristotélicas o pitagóricas. Según
sus propias declaraciones, la base de su tecnología se centraba en la ciencia básica, más concretamente la física de vanguardia.
Pero su idea de la transmisión de las ondas iba mucho más allá de lo que la ciencia oficial reconoce, pues en su teoría básica,
Ernetti necesitaba de un ente descartado por la física desde principios del siglo XX, el éter. Para que las imágenes y sonidos
se mantengan en estado latente en el ambiente, necesitan estar grabados en algo, por efímero que sea, no es posible que esto
suceda en el vacío. Durante siglos la ciencia sufrió de horror vacui, la negación de la existencia del vacío. Para que la
luz viajara por el espacio era lógico pensar que necesitara un medio, un vehículo por el cual transmitirse y que llenara el
vacío cósmico. El medio que servía de soporte para la luz era el éter, que todo lo impregnaba. Los experimentos de comienzos
del siglo XX demostraron que el vacío lo inunda todo, que la luz es una onda electromagnética que no necesita del éter y que,
por tanto, éste no existe.
La idea de recuperar el éter rondó la cabeza del benedictino desde el descubrimiento de las ya
mencionadas grabaciones efectuadas por el padre Gemelli, en el laboratorio de física de la Universidad del Sagrado Corazón
de Milán. Las misteriosas voces grabadas en aquella sesión fueron enviadas para su estudio al profesor Ernst Senkowski, de
la alemana Universidad de Maguncia. Investigando la desintegración del sonido, el benedictino llegó a la conclusión según
la cual, las ondas, sean estas del tipo que sean, se pueden descomponer en armónicos cada vez más pequeños hasta alcanzar
el nivel atómico e incluso el subatómico. Con la ayuda del cronovisor, que según muchos de estos rumores constaría de un simple
oscilógrafo catódico y un circuito adecuado para encauzar los electrones siguiendo frecuencias muy precisas, sería posible
invertir el proceso de desintegración de las ondas y recomponer, aproximándose a su estado original, un sonido e imagen del
pasado. Cada una de estas hipotéticas transformaciones estaría marcada por una huella característica, en relación con el tiempo
que haya transcurrido desde que se “grabó” en el éter o en materiales inertes, siendo esta huella espectral necesaria
para poder “sintonizar” con precisión el tiempo pasado que se desea explorar. Suena a pura “pseudotecnología”.
Ernetti siempre repitió con vehemencia una frase rotunda cuando se le cuestionaba por la veracidad de esta teoría: …esto
no tiene nada que ver con la parapsicología o la metafísica, ¡es ciencia pura! …cada ser humano, desde el momento de
su nacimiento hasta el de su muerte crea una grabación en el ambiente formada por un doble surco de luz y sonido. Esto constituye
su marca individual de identidad. Este mismo principio se aplica a la música y al movimiento. Por medio de las antenas que
utilizamos en nuestro laboratorio, podemos sintonizar con esos surcos y recuperar la luz y el sonido del pasado.
Estas palabras del protagonista en la trama del cronovisor no aportan en ningún caso los datos
necesarios para reconstruir o, por lo menos, hacerse una idea mínima de cómo sería el hipotético esquema de la máquina. Los
últimos rumores a este respecto hablan de un sistema semiorgánico, en el que las ondas cerebrales de un voluntario servirían
de catalizador para recuperar los “surcos” del pasado.
Continuando con la galería de rumores, llegan ahora varios espías de la CIA para liarlo todo definitivamente.
Naturalmente, si el invento de Ernetti era tan poderoso, las agencias de seguridad de medio mundo se lo disputarían. Hay quien
sugiere que el cronovisor era capaz incluso de sintonizar con el pensamiento de las personas, algo muy “útil”
para los servicios de espionaje. El proyecto militar norteamericano de testigos lejanos, enmarcado dentro del infausto programa
MK Ultra, podía guardar cierta relación con el cronovisor. En plena Guerra Fría, tanto americanos como soviéticos intentaron
desarrollar sistemas orgánicos, esto es, por medio de voluntarios, capaces de proyectarse astralmente y penetrar en territorio
enemigo para espiar.
Lo más sospechoso de la trama del cronovisor es la sorprendente “coincidencia” entre
muchos de los datos relacionados con la máquina y ciertos relatos de ciencia ficción difundidos en los años cincuenta. Desde
siempre, los escritores de este género se han sentido atraídos por las posibilidades que ofrecen las máquinas del tiempo.
Desde los tiempos de H.G.Welles, el concepto de máquina del tiempo ha sido manejado con mejor o peor fortuna. Una de las descripciones
más acertadas, y coherentes desde el punto de vista científico, de un mecanismo de este tipo lo ofreció en 1980 el astrofísico
Grégory Benford, en su novela Cronopaisaje, donde describió un sistema para enviar mensajes al pasado utilizando haces de
taquiones, hipotéticas partículas más veloces que la luz. La idea de cámara del tiempo, capaz de sintonizar el pasado o el
futuro, no ha sido muy utilizada en la ciencia ficción. Sin embargo, desde los años cincuenta, curiosamente en la época del
presunto desarrollo del cronovisor de Ernetti, se publicaron diversas obras de ciencia ficción en las que se mencionan cámaras
de este tipo, como los cronoscopios y crono-túneles de Asimov. Un ejemplo atractivo sobre esto se puede encontrar en Otros
días, otros ojos, obra de Bob Shaw, donde se describe un cronovisor que utiliza cristales especiales capaces de enlentecer
la velocidad de la luz en su seno con la intención de poder observar el pasado.
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